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Picoteo en Madrid; Madrid es una ciudad que no se recorre, se saborea. Cada paso por sus calles es una invitación a detenerse, a entrar en un bar desconocido, a probar algo nuevo. En sus calles bulliciosas, en sus plazas escondidas y en sus bares con solera, el picoteo se convierte en una manera de vivir. No es solo una forma de comer, sino una forma de estar: de compartir, de celebrar, de conectar. Entre vermuts, cañas, tapas y risas, Madrid revela su verdadera esencia.

Aquí, los sabores tienen historia, y cada rincón guarda una sorpresa gastronómica. Lo cotidiano se vuelve extraordinario cuando se acompaña de una buena conversación, una barra de mármol, una servilleta de papel y una croqueta que sabe a gloria. El picoteo madrileño no entiende de etiquetas, horarios ni protocolos: es libre, cercano y siempre acogedor.

En este artículo exploramos dos propuestas para disfrutar del picoteo en Madrid desde una mirada distinta. Una de ellas es Wine Gogh, una experiencia que fusiona arte, vino y picoteo para estimular todos los sentidos. La otra, una ruta por tabernas castizas y bares de autor que ofrece una lectura sabrosa y contemporánea de la ciudad. Ambas formas no solo alimentan el cuerpo, sino también la memoria y el corazón.

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Picoteo en Madrid;
Wine Gogh

Wine Gogh: pinceladas de sabor y vino en Madrid

Una experiencia para saborear con todos los sentidos

Wine Gogh Madrid es un plan redondo. Mientras pintas tu propia obra guiado por un artista, puedes disfrutar de una selección cuidada de vinos y una propuesta de picoteo gourmet que acompaña la sesión: quesos artesanos, panes de masa madre, fruta fresca, dips, aceitunas y opciones dulces que completan el viaje sensorial.

Todo está diseñado para que los sabores acompañen y potencien la creatividad. No se trata simplemente de comer algo mientras se pinta, sino de vivir una experiencia multisensorial donde el paladar estimula la inspiración y el acto creativo se vuelve aún más placentero.

Cada producto está seleccionado para maridar con el vino y con la energía del momento: los quesos aportan intensidad, los panes una base reconfortante, las frutas frescura y los dulces una nota final que cierra la experiencia con armonía. Es un menú pensado no solo para nutrir, sino para emocionar y enriquecer la vivencia artística.

Picoteo en Madrid;
Wine Gogh

Crear, brindar y saborear en un solo lugar

Ubicado en el centro de la ciudad, este espacio combina el ambiente acogedor de un estudio artístico con la calidez de un wine bar. Su interior está diseñado con una estética que mezcla lo contemporáneo con lo bohemio: luces tenues, materiales cálidos, pinceles ordenados junto a copas de cristal. Cada rincón invita a la inspiración y al disfrute.

Cada sesión es diferente, pero todas invitan a desconectar, a crear y a compartir. No importa si es tu primera vez frente a un lienzo o si ya tienes experiencia artística: lo esencial es la actitud, las ganas de dejarse llevar y disfrutar del proceso. Aquí, el arte no es solemne ni inaccesible; es una excusa para conectar y expresarse.

El picoteo no es un acompañamiento, sino una parte esencial de la experiencia. Mientras los trazos toman forma, los sabores aparecen como una extensión del momento: maridan con el vino y con la conversación. La comida actúa como catalizador de la creatividad y rompe el hielo entre asistentes, facilitando un ambiente donde todo fluye de manera natural.

 

Picoteo en Madrid;
Wine Gogh

Perfecto para afterworks, celebraciones o escapadas creativas

Wine Gogh es ideal para todo tipo de planes: una cita distinta, una reunión con amigos, una actividad de team building o incluso una forma alternativa de hacer turismo en Madrid. Su carácter social lo convierte en un espacio donde el picoteo abre conversaciones y el arte rompe barreras.

Además, es una opción original para celebrar cumpleaños, despedidas de soltero, aniversarios o simplemente regalar una experiencia. No importa si es tu primera vez pintando o si solo buscas un plan diferente al bar de siempre: Wine Gogh acoge a todos por igual y transforma una tarde cualquiera en una vivencia singular.

El ambiente relajado, la música suave y la propuesta gastronómica bien cuidada lo convierten en un refugio urbano ideal para desconectar del ruido exterior. Aquí se mezclan el sabor, la creatividad y la risa en partes iguales, haciendo que cada grupo cree su propio recuerdo, único e irrepetible.

Una postal de Madrid para recordar

En lugar de llevarse un souvenir cualquiera, los visitantes de Wine Gogh se llevan una obra pintada por ellos mismos y el recuerdo de una velada sensorialmente rica. Es una experiencia que representa el Madrid más creativo, el que se saborea con calma y se recuerda con una sonrisa.

Esa obra, más que un cuadro, se convierte en una prueba tangible de una noche vivida con intensidad, color y sabor. Es un testimonio de una ciudad que no solo se mira, sino que se vive, se pinta y se comparte. Así, Wine Gogh logra ofrecer algo que pocos lugares brindan: una memoria emocional anclada en la experiencia estética y gastronómica.

Madrid queda encapsulado en cada pincelada y en cada copa brindada. Y esa mezcla, tan sencilla como poderosa, deja una huella profunda en quien la vive.

 

Picoteo en Madrid;
Wine Gogh

Ruta de picoteo con alma madrileña

Tapas con historia en barrios con carácter

Esta ruta recorre algunas de las zonas con más identidad de la ciudad: La Latina, Lavapiés, Malasaña o Chamberí. En cada parada, una tapa con historia. Desde los callos a la madrileña en una taberna centenaria hasta la reinterpretación de una tortilla en un bar contemporáneo, el picoteo se transforma en un relato gastronómico de la ciudad.

Entre cañas, vermuts y conversaciones

En Madrid, el picoteo no se mide en platos, sino en conversaciones. Se come de pie, se comparte sin reservas y se brinda sin pretextos. Esta ruta quiere recuperar ese espíritu informal y espontáneo que hace del picoteo una forma de encuentro, una liturgia urbana sin horarios ni normas.

Tradición y modernidad en equilibrio

El recorrido incluye desde bares con suelos de azulejo y camareros de toda la vida hasta espacios con diseño contemporáneo y propuestas innovadoras. Madrid sabe combinar su legado castizo con la creatividad de las nuevas generaciones, y el picoteo es el punto de encuentro entre ambos mundos.

Esa dualidad se vive en cada parada: puedes empezar en una taberna con olor a historia, donde las croquetas se fríen igual desde hace décadas, y terminar en un gastrobar donde la tapa es reinterpretada con técnica y estética. Ambos estilos conviven, se respetan y se complementan, construyendo una identidad gastronómica rica y en constante evolución.

Esta armonía entre lo tradicional y lo moderno convierte el picoteo madrileño en una experiencia cultural, que trasciende la comida y se convierte en una forma de entender la ciudad, su ritmo y su gente.

Para viajeros curiosos y locales con ganas de redescubrir

Esta ruta está pensada tanto para quienes visitan Madrid por primera vez como para quienes creen conocerla. Porque el verdadero picoteo es también una forma de mirar con otros ojos, de probar sin expectativas y de dejarse sorprender por lo cotidiano.

Es una invitación a bajarse del mapa turístico y dejarse llevar por la intuición, por el olor que sale de una cocina abierta o por el sonido de una barra animada. Ya sea para turistas deseosos de autenticidad o para madrileños que quieren reconectar con su ciudad, esta propuesta abre la puerta a descubrir una Madrid más cercana, más sensorial y más sabrosa.

Y como ocurre con las mejores rutas, lo importante no es llegar a ningún sitio concreto, sino lo que se vive en el camino: las conversaciones espontáneas, los sabores inesperados y la sensación de haber compartido algo real en buena compañía.

 

Picoteo en Madrid;
Wine Gogh

Madrid se saborea: arte, tapas y momentos que perduran

Tanto Wine Gogh como la ruta de tapas ofrecen formas originales y emotivas de vivir Madrid. No son actividades pensadas solo para comer, sino para crear recuerdos, para despertar emociones y para conectar con el espíritu de la ciudad.

Estas experiencias capturan lo mejor de Madrid: su vitalidad, su espontaneidad y su capacidad para convertir lo cotidiano en especial. Ya sea en una taberna centenaria o en un estudio artístico rodeado de pinceles y copas de vino, lo importante es el ambiente que se crea, la conexión que surge y la sensación de estar viviendo algo único.

El picoteo en Madrid no tiene reglas: se adapta a cada contexto, a cada grupo, a cada estado de ánimo. Es una celebración constante de lo sencillo, de lo cercano, de lo auténtico. Puede comenzar al mediodía y alargarse hasta la noche, saltando de bar en bar, de sabor en sabor. Y cuando se mezcla con arte, como en Wine Gogh, se convierte en algo inolvidable.

Estas propuestas no solo responden al apetito, sino a una necesidad más profunda de vivir con intensidad, de disfrutar el presente y de conectar con lo que nos rodea. Son una invitación a mirar Madrid con otros ojos, a saborearla sin prisas y a redescubrirla en cada trazo, en cada tapa, en cada brindis.

Porque lo que más recordamos de los viajes no son los monumentos que fotografiamos, sino los momentos que vivimos. Y en Madrid, esos momentos se sirven en platos pequeños, con risas, con vino, con alma. Con cada tapa, con cada pincelada, la ciudad se nos revela más cercana, más humana y más viva que nunca.

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